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Fuera empastes

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Hace unas décadas, a la hora de empastarse una muela, lo más habitual, era que el odontólogo, trabajara con un material oscuro, denominado amalgama. Lo cierto es que, al abrir la boca, el empaste se hacia notar. Sin embargo, era lo más normal y no pasaba nada por llevar tus muelas o dientes empastados si eso ayudaba a combatir la caries. Hoy en día, muchos de esos empastes, siguen en su sitio. Es fácil encontrar adultos con empastes de este tipo.

Desde ODONTHOS, expertos en odontología, aseguran que lo más conveniente es deshacerse de este tipos de empaste y sustituirlos por los diferentes tratamientos que existen en la actualidad. Las razones que exponen, son el alto nivel de toxicidad a nivel neurológico que puede presentar, tanto para el paciente como para el profesional. Esto se debe a que, entre su composición, se encuentra el mercurio.

Este tipo de material para empastar, cuenta con una serie de ventajas por las que ha sido tan utilizado: longevidad, durabilidad, resistencia y facilidad para su manipulación. Sin embargo, hoy en día, utilizar este tipo de empaste resulta contraproducente, por lo que se aconseja sustituirlos por otros materiales.

Teniendo en cuenta que el mercurio se evapora al superar los veinticinco grados y que ese vapor puede afectar tanto al aparato digestivo, como al sistema inmune, riñones o pulmones, e incluso puede generar problemas neurológicos en el feto, cabe pensarse cambiarlos. Lo más común es que no suceda nada, pero el riesgo existe.

En este aspecto, existen diversidad de opiniones: odontólogos proclives a cambiar el empaste, sí o sí; y odontólogos con otro tipo de filosofía. En cualquier caso, debe ser tu propio odontólogo el que determine la necesidad de sustituir ese tipo de empastes.

La medicina, así como otros aspectos de la vida, dispone de una norma que indica que, si algo funciona bien, lo mejor es no tocarlo. Entonces cambiar unas restauraciones bien hechas y que no presentan problemas, por el mero hecho de la cuestión estética, no es algo factible para el personal sanitario.

Sin embargo, existen numerosas circunstancias y factores que pueden hacer que este criterio, cambie. Además de tener en cuenta, la posible toxicidad de los propios empastes.

Razones para sustituir los empastes de amalgama

Sustituir o no un empaste, eliminando la cuestión estética de raíz, puede ser necesario por alguna de las siguientes circunstancias:

  • Restauraciones deterioradas por fracturas, filtraciones marginales, caries recurrente… En estos casos, evidentemente habrá que sustituir el empaste anterior, si se trata de empastes de amalgama, no existe inconveniente para sustituirlo en este momento. Algunos expertos, convienen que, en lesiones profundas, la amalgama permite un mejor trabajo y resultado. No obstante, en estos casos, el material de elección, será el composite que da buenos resultados en lesiones normales mejorando el aspecto estético.
  • Restauraciones muy visibles en el grupo anterior o en la cara vista de los premolares superiores. Obviamente, esas manchas oscuras, afean la sonrisa. En estos casos, los profesionales de la odontología, optan por el cambio.
  • En el caso de tratarse de personas muy condicionadas por su estética, como pueden ser cantantes, actores, modelos… los dentistas hacen la vista gorda y sustituyen los empastes sin problema.
  • Cuando existe intoxicación por mercurio: hidrargirismo. Como ya decíamos, esta es una de las razones que unos odontólogos alegan para el cambio, aunque se trate de casos muy concretos y puntuales. Otros aseguran que hay que coger este tipo de diagnósticos con pinzas. Al levantar la amalgama puede desencadenarse una ingesta de mercurio superior a la que aporta el desgate natural.

En cualquier caso, los empastes de amalgama pueden ser sustituidos, el procedimiento es sencillo: se elimina el empaste original de amalgama y tras limpiar la cavidad de forma adecuada, se vuelve a realizar la obturación, esta vez, con composite.

Posibles riesgos que puedan surgir de la sustitución

Riesgos como tal, no existen a la hora de retirar un empaste, sea del material que sea. Lo que puede suceder y de hecho, sucede, es que al retirar el empaste de amalgama, el dentista, se encuentre una caries debajo. Como es lógico, esta caries debe ser eliminada. Como resultado, la cavidad a empastar, resulta mayor que la anterior, de mayor profundidad y dejando al nervio mas cerca a la superficie y por lo tanto, más expuesto. Esto puede suponer en el paciente la aparición de molestias asociadas a la sensibilidad ante los estímulos térmicos, una vez realizado el nuevo empaste. Lo más habitual es que estas molestias desaparezcan unos días después.

Siendo así, el único riesgo es que, al retirar un empaste, el dentista, nunca sabe lo que se va a encontrar debajo. Puede haber caries, nada o incluso una infección. Algunos profesionales, cuentan desde su experiencia que en según que casos, sobre todo en aquellos donde el cambio no se debe a los motivos citados, la sensibilidad provocada por la realización del nuevo empaste, permanece. En estos casos, parece ser, que la solución es volver a sustituir el empaste de composite por uno de amalgama de plata.

Llegado el caso, es muy importante, hablar con el paciente y advertirle de esta posibilidad cuando se presenta en la clínica, con la intención de sustituir todas las reconstrucciones de amalgama por composite.

En conclusión, los expertos difieren. Algunos optan por eliminar todos lo empastes de amalgama debido a su elevado nivel de mercurio en la composición, en tanto que otros, necesitan más razones para hacerlo.

Lo mas sensato, es que el dentista, salvo que se de alguno de los supuestos citados, recomiende a sus pacientes que se quede con sus empastes de amalgama. No tiene mucho sentido eliminar unas restauraciones que han demostrado ser eficaces desde el principio, para sustituirlas por otras que, sin ser peores, tampoco son mejores.

Los odontólogos defensores de los empastes de amalgama, utilizaban como argumento sólido, la durabilidad de la amalgama frente al composite. Aunque si bien es cierto que hay empastes de amalgama que duran treinta años, hay composites que han llegado a los veinticinco.

Una de las ventajas que ofrece el empaste de amalgama frente al composite es que un empaste del primero, mal hecho, puede durar unos años. Un composite mal puesto, se cae a los quince días. Lo que en palabras de odontólogo quiere decir que la amalgama perdona errores y el composite no; pero un buen composite es tan fiable a largo plazo como puede serlo una buena amalgama.

Habrá personas que en el momento de saber que pueden cambiar sus empastes oscuros por empastes del color de la pieza, habrán ido corriendo a que se los cambien. También habrá casos en los que, algunos, exijan composite o por el contrario, amalgama para obturar sus empastes. En cualquier caso, lo mejor es contar con un buen profesional. Un odontólogo será quien mejor sepa determinar el material que más conviene para realizar el tratamiento en cuestión.

En los casos en los que la caries no sea muy profunda, sin duda alguna, los empastes de composite y la restauración de la pieza con el mismo, son la mejor opción. Sin embargo, al parecer, cuando las infecciones por caries son más grandes y profundas, la mejor manera de sellar esa infección tras su limpieza, es utilizando amalgama.

Los que llevamos este tipo de empastes, sabemos la durabilidad que ofrecen. Siguen con nosotros a pesar de los años, con el pasar del tiempo y a pesar de las innumerables situaciones a los que son sometidos: comidas difíciles de masticar, bebidas frías o calientes, alimentos sólidos… Ahí siguen y seguirán.

 

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